Han globalizado el abandono para crear una generación sumisa y resignada. Fábricas sin obreros, y escuelas sin alumnos: ni órdenes ni exigencias, para que no exista reacción ni crispamiento. Apagada la violencia derivada, no es necesario "vigilar y castigar". La exclusión fue mas electiva que el autoritarismo. El sometimiento producía rebelión pero la marginación origina mansedumbre. De las lógicas de sumisión que ha desarrollado el capitalismo, el olvido fue la mas eficaz. El sojuzgamiento y la esclavitud derivaban en la resistencia, pero la omisión provoca renuncia.
La complejidad de este siglo que comienza, esta tejida sobre realidades confusas que crean nuevos modos de servidumbre. El primer paso fue convertir a los trabajadores en desocupados, para luego transformar a esos desocupados en marginados: villeros, cartoneros, piqueteros, hombres sin destino sobreviviendo fuera del sistema. La fragmentación y la dispersión asegura el dominio y vuelve caduca a la idea de clase. Ya no es suficiente ser dueño o no de los medios de producción para pertenecer a la burguesía o al proletariado.
Michel Oriray en Politica del rebelde, explica que la revolución informática, el uso de lo virtual en las relaciones de producción, y los vínculos de intersubjetividad en el trabajo, colocan a todos en categorías preestablecidas, en las que la explotación no es fácil de observar a primera vista.
El capitalismo ha desactivado los centros de conflicto. Los pocos que todavía trabajan creen ser gerentes. En su espacio laboral ha desaparecido la violencia reivindicativa bajo el peso del status y la ocupación de lugares simbólicos. "Cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel". Un traje comprado en cuotas, un teléfono celular brindado por la empresa, una tarjeta de crédito y otra de identificación con algún título jerárquico: instrumentos que ritualizan las formas renovadas de la alienación. ¡Cómo se extrañan las certezas de Carlos Marx'. Solo existían dos clases. Ahora las lógicas se modifican a cada instante. Los círculos sociales se entrecruzan y se mezclan con los círculos étnicos, religiosos, geográficos, culturales o históricos. Un verdadero despelote donde las franjas de los oprimidos y los opresores se confunden, donde el mundo de la servidumbre cree pertenecer al mundo de la dominación, y los excluidos deambulan por las calles rogando que los dejen entrar al mundo de los esclavos.
Ahora las clases parecen ser múltiples y las pertenencias confusas. Sólo algunos actos de violencia "piquetera", criticados por cautivos que creen ser burgueses, aportan sinceridad de lucha y posibilidad de dualismo. Una cubierta quemada para corlar una calle, las bolsas de basura humeantes sobre la vereda o una olla popular en una plaza, funcionan como barricadas, son símbolos que simplifican lo diverso y devuelven algo de claridad.
La barricada resuelve la articulación, ordenar los límites, informa quién es quién, origina un corte claro entre dos mundo con intereses opuestos. En 1906 George Sorel escribe sus Reflexiones sobre la violencia, y de-construye y revisa a Marx, desde la experiencia humana más que desde la biblioteca. Opone a lo estático la acción, como única posibilidad de movimiento transformador. Este francés políticamente incorrecto, que para algunos fue al fascismo lo que Nietzche fue al nazismo, o sea, una fuente inagotable de consignas, habla de la violencia como "flujo de energía que formaliza el instinto vital frente a las miserias que provocan las leyes del mercado libre capitalista, incita a reactivar el genio colérico de la revolución. Propone un re-encantamiento del mundo, poniendo la economía al servicio de la política. El individuo pasa a ser el motor esencial, animado por la voluntad sublime, el deseo heroico y la aspiración a la gran obra, intenta el fin del sometimiento con un medio excluyente: la violencia.
Pelloutier en Sindicalismo revolucionario legitima todas las acciones directas que protejan a los inocentes y abran brechas en el campo adversario. La huelga ha perdido eficacia en este mundo sin empleo, anticipado por Vivianne Forrester en El horror económico. Han aparecido nuevas estrategias de demanda como el piquete o el escrache, que pierden fuerza cuando se alejan del acto violento, y se amoldan a la comodidad burguesa, haciéndose funcionales al sistema. Sorel llama violencia a la fuerza liberadora que aspira a la extinción de la violencia burguesa. Fustiga al parlamentarismo y el socialismo electoralista, por considerarlos "cómplices contrarrevolucionarios del orden capitalista".
La violencia soreliana asume la forma de la resistencia, y obliga a elegir de qué lado de la barricada estamos. No observa el mundo como un optimista humanista sino como un pesimista histórico.
Comentarios